Tara aparcó el coche cerca del
restaurante, había llegado diez minutos antes de la hora. Necesitaba
tranquilizarse, no podía evitarlo, estaba nerviosa por la dichosa cita. Habían
estado intercambiando mensajes durante toda la semana y finalmente habían
decidido que esa tarde no tendrían sexo, solo hablarían. ¿Cómo era posible que le
asustara más eso que tener relaciones sexuales con él?
No quería mentirle sobre su vida y no le
quedaría más remedio que hacerlo si Damyan le preguntaba demasiado. Estaba
cansada de esa situación: años atrás su vida había cambiado y desde entonces
estaba huyendo, fingiendo siempre ante los demás ser quien no era… ¡Levaba
tanto tiempo así! No quería, pero si no le quedaba más remedio, si él le hacía
preguntas íntimas… tendría que mentirle.
Se miró en el espejo retrovisor y se
retocó el suave maquillaje. Le había costado un poco decidir qué ponerse, pero
al final eligió un vestido negro ajustado, que dejaba la espalda al descubierto
y le llegaba por encima de las rodillas. Las sandalias de tacón negras le daban
un aspecto más sexy. Quería provocarlo, que no se pudieran tocar no significaba
que no fuera a coquetear con él.